La oscuridad nos impulsa a buscar la luz; la claridad a encontrar caminos nuevos, viables y saludables hacia la vida.
Cuando se llega a situaciones personales, familiares u organizacionales límite; a modelos de comportamiento, económicos o políticos agotados; a patrones repetitivos cansinos que consumen mucha energía y generan poco beneficio; a crisis en las que casi todos pierden, o a entornos donde ya no hay ideas ni ilusión, ¿qué hacer?
La Inteligencia Sistémica facilita este cambio, al aumentar nuestra conciencia sobre lo que nos ocurre e induciendo soluciones para satisfacer mejor nuestras necesidades. Nos ayuda a cambiar porque nos ayuda a pasar:
Con el trabajo sistémico sobre una determinada situación difícil, suele haber un antes y un después, independientemente de la modalidad utilizada, sea en grupo abierto o cerrado o en sesión individual. Aquí me voy a centrar en esta última.
Una sesión individual de Inteligencia Sistémica es paradójicamente una manera sencilla de trabajar asuntos complejos. Una clave está en la calidad de empatía y de relación del profesional de la ayuda con el cliente. Cuando esa calidad existe, el cliente se puede dar permiso para llegar hasta donde nunca había llegado antes.
He tenido clientes de más de sesenta y cinco años que han podido expresar: “¡por fin!” hechos fuertes vividos y sufridos que hasta entonces los habían mantenido en el más estricto silencio, encerrados a cal y canto en lo más hondo de su ser. Una vez dichos y puestos al descubierto, la transformación inmediata de su cara no tiene precio.
Esto confirma la frase de Erwin Schrödinger, Premio Nobel de Física en 1933: ”Cuando tomamos consciencia de algo, se desvanece la función de onda”. Es decir, desaparece en nosotros la energía acoplada a dicha onda, implícita y generada por la emoción que generó aquel hecho traumático que, a modo de un tsunami, nos tragamos toda su impacto energético, lo somatizamos y albergamos toda esa energía agitadora en nuestras células, hasta el momento de arrancarlo de nuestro inconsciente y hacerlo consciente.
También completa nuestra comprensión la frase de Niels Bohr, Premio Nobel de Física en 1922: “Si observamos un punto específico, las otras posibilidades se desvanecen”. Es decir, cuando nos quedamos emocionalmente enganchados en algo (por ejemplo, en el dolor de haber perdido a mi madre siendo yo bebé), lo que ocurre inconscientemente, las otras infinitas posibilidades que tenemos se desvanecen en nosotros hasta que somos capaces de abrir la puerta y dejar pasar toda esa energía acumulada en nuestro inconsciente al consciente.
Una sesión individual de Inteligencia Sistémica va directamente al grano sin necesitar grandes recursos. Los más corrientes son muñecos o papeles en el suelo. Saben lo que no está escrito.
Una sesión individual de Inteligencia Sistémica se caracteriza también por su gran adaptabilidad a las necesidades del cliente en cuanto a lugar, fecha y horario; además, puede realizarse telefónicamente.
Trabajando con un colectivo especialmente difícil, recuerdo su desconfianza inicial hacia mí. Hubo un grupo de tres hombres que decidieron asistir juntos a una sesión. Les pregunté si alguno de ellos tenía algún inconveniente, dada la información confidencial personal que previsiblemente podía surgir. Cada uno de ellos afirmó no estar preocupado por ello. Acepté trabajar con los tres.
En la primera sesión, trabajó uno de ellos su caso con la asistencia de los otros dos. En la segunda, otro. El tercero se mantenía al margen. Pasó un tiempo. Y un día apareció; había decidido trabajar solo. Quería trabajar su rabia, la cual le había hecho perder trabajos y cometer actos fuera de norma. Utilizamos muñecos. Después de hacerle un comentario sobre la imagen tridimensional construida, se quedó inmóvil, en silencio y con la mirada fija durante unos diez minutos en dos de ellos. Después, me miró, y dijo: ”Ya no necesito más. Es suficiente. Gracias”. Claramente emocionado, se levantó y se fue.
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