Para encontrar sentido a lo que hago, he de permitirme sentir, no sólo pensar. Y cuando me doy permiso para sentirme, y siento, puedo sentir cómo me siento cuando estoy trabajando con mi profesión.
¿Me divierto? ¿Disfruto? ¿Me salen las cosas con facilidad?
¿Me fuerzo? ¿Me esfuerzo? ¿Me aburro?
¿Hay unas partes que sí y otras que no?
Bajo el punto de vista de la Inteligencia Sistémica se puede decir que yo me encuentro en una situación ideal cuando fluyo, sea cual sea la realidad que me acontece. Ocurra lo que ocurra, si estoy en este aquí y ahora, en atención plena, fluyo y actúo en consecuencia y de forma adecuada. Ni sufro por el pasado ni me preocupo por el futuro. Vivo el momento presente. Toda mi atención y energía están volcadas a este instante.
Pero si no fluyo cuando ejerzo mi profesión, es síntoma de que hay algo que dificulta o bloquea el libre circular de mi atención y energía. Si no soy consciente de ello, si no lo siento, difícilmente voy a ponerme en marcha para buscar una solución y poner remedio. Pero si soy consciente de que algo me atasca, puedo empezar ya a buscarlo, a localizarlo, para luego removerlo de mi camino.
Una manera de iniciar este proceso consiste en plantearme algunas preguntas esenciales:
¿Me siento un simple, monótono y repetitivo picador de piedra o un constructor de catedrales? ¿Hago más de lo mismo que ya sé, o tengo aún un recorrido por aprender y crecer?
¿Siento contradicciones entre mis valores y los suyos? ¿Reconocen lo que hago? ¿Hay un equilibrio entre el dar y tomar? ¿Valoro todo lo que recibo de la organización? ¿Estoy en una atmósfera de trabajo exigente, excelente o excepcional?
¿Tengo dificultades con las figuras de autoridad? ¿Peleas o desacuerdos con alguno de mis compañeros? ¿Incumplen los que dependen de mí?
¿Aparecen productos o servicios mejores que los míos? ¿Mis proveedores o mis clientes avanzan más deprisa que yo? ¿Tengo más competidores? ¿Las nuevas leyes me perjudican? ¿Cómo me afectan los cambios económicos y sociales?
¿Me permito soñar, imaginar, romper muros y barreras, traspasar límites, saltar, volar, creer, crear, descomponer, recomponer, integrar, ampliar mis posibilidades, pasar mi placer a la realidad y a la acción? ¿Qué me lo impide?
¿Siento la necesidad de desaprender o de soltar algo que me resulta pesado? ¿Necesito completar el duelo de alguna pérdida o situación? ¿O liberarme de creencias limitantes que repito como un robot? ¿Siento que he de romper con ciertos esquemas mentales y emocionales bien anclados en mí? ¿Se me escapa la vida como el agua entre los dedos?
¿Vivo para trabajar? ¿Trabajo para vivir? ¿Hago lo que amo? ¿Amo lo que hago? ¿Qué siento al lavar los platos sucios míos y de otros?
¿Estoy dispuesto a cambiar, sabiendo que todo cambio supone perder una parte conocida, lanzarme a un futuro desconocido y asumir el riesgo asociado? ¿Qué dificultades puedo encontrar en un proceso de cambio? ¿Confusión, duda, miedo, tristeza, enfado? ¿Emociones inevitables? ¿Puedo transformarlas en fuerzas aliadas? ¿Qué he de cambiar ahí?
¿En qué medida estoy dispuesto a comprometerme en cambiar? ¿Me siento mental y emocionalmente preparado para ir más lejos o prefiero pararme ahora aquí, y retomarlo más adelante?
Todo cambio implica considerar y sentir el presente, el pasado y el futuro.
Requiere sentir, además de pensar. Cuando descubro una alternativa de cambio en la que el sentir y el pensar coinciden en positivo, sé que voy por el buen camino.
La Inteligencia Sistémica ayuda al cliente a contactar con su profesión y con el sentido profundo que ésta tiene para él desde distintas perspectivas. La Inteligencia Sistémica te ayuda a buscar, a encontrar alternativas y a elegir la salida profesional que tiene sentido en base al presente, el pasado y el futuro del cliente.
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