¿Cuántas veces he tratado de alcanzar un sueño, lograr un objetivo o hacer algo, y no lo he conseguido? Es posible que con una cierta distancia temporal y emocional, descubra que muchos de mis “fracasos” se debieron a mi personal manera de actuar. Pero en aquellos precisos momentos, no me di cuenta de que me estaba auto saboteando. Pocas personas saben que lo padecen.
Puedo pensar que un olvido, perder el autobús o llegar tarde, es algo frecuente y normal en esta época de tráfico denso y estrés, y que no necesariamente ha de significar que me estoy autosaboteando. Puede ser cierto si sólo me sucede muy de vez en cuando y si casi siempre logro mis objetivos. Pero si me sucede con frecuencia que no los alcanzo a pesar de mis considerables esfuerzos, tengo sobrados indicios para pensar que me estoy autosaboteando.
Mientras estoy saboteando mis intentos por triunfar, mi mente ya está dando vueltas y vueltas para justificar que estoy tomando la mejor decisión, mi mente ya busca afanosamente razones (aparentemente lógicas) para mantenerme en mi inconsciencia, porque así se ocupa, justifica su existencia e intenta mantener su poder sobre mí. Y de esta manera intenta hacerme creer:
Pero la solución no está en el ámbito mental y racional, aunque puede ayudar bajo determinadas condiciones.
Según la teoría de la “Irracionalidad Humana” de Ellis, hay algo en la naturaleza del ser humano, que denominó “conducta neurótica”, que le impulsa a sabotear su felicidad de manera frecuente.
Según Aaron, el sufrimiento subjetivo se basa en que las personas realizan interpretaciones inadecuadas (incorrectas, exageradas o incompletas) al procesar la información ambiental, lo que les genera problemas emocionales e interpersonales.
Según las teorías sobre el “Apego” de Bowlby, las causas del autosabotaje son las pautas disfuncionales aprendidas en la infancia.
Según Adler, nos saboteamos por causa de traumas adquiridos en la infancia. Supuso que los niños aprenden a sentirse invalidados, humillados, subestimados, a nivel familiar y social y que esto los impulsa de por vida a ciertas formas de defenderse ante las excesivas demandas de perfección, cercanía o dependencia de los padres; por ejemplo, a esforzarse y hacerse valer, para demostrar que son valiosos. Es en este contexto mental y emocional, cargado muchas veces de resentimiento y ansiedad, que los sujetos desarrollan formas patológicas de comportamiento.
Suele manifestarse a través de expresiones del tipo: “Soy incapaz de hacer, lograr o tener éxito”. Pienso que no me merezco tener éxito, por lo tanto, no me esfuerzo lo necesario para lograrlo. El autosabotaje simplemente refuerza y/o refleja mi forma de pensar.
No soy consciente de mis verdaderos deseos y necesidades. Las metas que tengo no son mías, me las imponen, me pueden rechazar si no las acepto o las persigo sólo para gustar a alguien. En estos casos, no estoy suficientemente motivado para hacer el esfuerzo necesario.
El autoengaño: Yo valoro de forma imprecisa mis fortalezas o debilidades, mis posibilidades o amenazas, lo que me lleva a tomar decisiones inadecuadas y a padecer resultados indeseados, a veces desastrosos. Desde el autoengaño, yo puedo imponerme metas inalcanzables o sentirme muy especial para los demás, aunque las evidencias digan lo contrario.
La autoinvalidación: Yo pienso negativamente sobre mí mismo, y actúo de manera coherente con esos pensamientos, lo que limita mis éxitos y recompensas emocionales. La autoetiquetación negativa y el pesimismo son frecuentes en mí.
El autoabandono: Yo me ignoro, me olvido de mí mismo y por lo tanto descuido las acciones de autocuidado requeridas para la preservación de la vida, la salud y la buena imagen social. El déficit de aseo, el desorden y la improvisación, caracterizan este mecanismo de autosabotaje.
No acabar las cosas: Empiezo muchas cosas y las dejo a medias, o bien le dedico mucho trabajo y esfuerzo a algo y cuando estoy a punto de acabar, lo abandono con cualquier excusa. Si nunca acabo nada no tendré que enfrentarme a la posibilidad de fracasar, de no estar a la altura, de cometer errores, o a la posibilidad de no saber lidiar con el éxito. Claro que tampoco descubriré el placer de conseguir mis objetivos y de demostrarme a mí mismo que sí estoy a la altura, que soy competente e inteligente.
Posponerlo todo hasta el último minuto (procrastinar):La razón “oculta” es sencilla…si lo dejo todo para el final y no me esfuerzo todo lo que puedo, siempre tendré esa excusa si las cosas no salen del todo bien, es una especie de escudo protector de mi supuesta ineptitud. No sea que le dedique todo el tiempo y esfuerzo, no salga perfecto y se descubra que no soy competente. Por supuesto, también hay otras razones como que simplemente no me gusta nada la tarea, y la retraso lo máximo posible. Pero, en general, es miedo al resultado final.
Perfeccionismo: Ese viejo conocido…O está perfecto o no lo hago, para mí si no está perfecto está mal y empleo (o más bien pierdo) muchísimo tiempo en revisiones, en aprender más. Con esto consigo no acabar las cosas y estresarme. Como no sé hacer esto a la perfección, no lo hago (evito correr el riesgo de fracasar o de no estar a la altura), hasta que esto no esté perfecto no lo envío (horas innecesarias de trabajo y estrés). La solución no es fácil pero es sencilla: arriesgarme. Primero con pequeñas cosas, para ver que no pasa nada si no es perfecto, que bueno es suficiente y que es mejor tener las cosas en marcha que tenerlas paradas esperando a que sean perfectas. Se puede conseguir. A veces me saldrá mejor, a veces peor, es normal. Nadie es perfecto y es muy cansado aspirar siempre a la perfección.
Poner excusas: Soy demasiado mayor, soy muy joven, no tengo dinero, las cosas están muy mal, no tengo tiempo…Son simples disfraces del miedo. De sobra sé que hay personas de todas las edades que han conseguido lo que se han propuesto, y sé que cuando algo es importante para mí, encuentro el tiempo y la forma de conseguirlo. Hago de mi objetivo mi prioridad y me dejo de excusas.
Estas son algunas de las estrategias que utilizo para sabotearme. Tienen su beneficio: me protegen del fracaso, de no quedarme en ridículo y de todos mis miedos, pero también tienen su precio. Lo importante es que yo sea consciente de las estrategias que utilizo, del miedo que se esconde detrás y del precio que estoy pagando. En cuanto me descubra poniendo en práctica alguna de estas estrategias me preguntaré por qué me estoy comportando así y qué precio estoy pagando. ¿Si no tuviera miedo y supiera que no puedo fracasar, qué haría? Pues me dejo de excusas y lo hago. Bien, pero ¿Cómo?
Cuando me autosaboteo, no me doy cuenta de que lo estoy haciendo y mucho menos de por qué lo hago. El autosabotaje es el grito manifiesto de un conjunto de emociones reprimidas y no aceptadas acerca de mí mismo que han ido adquiriendo una gran fuerza desde la sombra. Precisamente es esta sombra o inconsciente quien toma el control de mis comportamientos reales de una forma inoportuna, inesperada, desagradable y a veces brutal. Son precisamente estas conductas inapropiadas las que me invitan a mirar justo hacia el lugar dentro de mí donde no me apetece mirar ni explorar. Pero es justamente en mi inconsciente donde está la clave.
Desde la visión sistémica, las Constelaciones Familiares son de gran utilidad para desmontar las estrategias de autosabotaje.
La más corta constelación que recuerdo haber realizado fue aquella en la que Petra planteó su dificultad para encontrar trabajo y su obsesión por la perfección. Le pedí que sacara a dos representantes para la perfección y la imperfección, y que luego se colocara ella en relación a las dos. Su reacción fue inmediata. Me dijo: ¡Pero si son mi padre y mi madre! ¡Ya no necesito más!
Juan vino a constelar su dificultad para terminar sus estudios. Le pedí que sacara representantes para:
La Constelación Familiar permitió a Juan ver en poco tiempo que su beneficio era quedarse en casa de sus padres hasta aprobar y que sus tareas posteriores serían dejar la universidad, buscar un trabajo, trabajar y afrontar su proyecto de vida.
El desbloqueo se produce cuando hacemos consciente esta parte de nuestro inconsciente relacionado con el asunto planteado.
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