Con este artículo, y siguientes, intento resumir algunos aspectos esenciales del libro “La depresión y el cuerpo” de Alexander Lowen, evocar así su claro y profundo trabajo al respecto, y mostrar la utilidad de sus conceptos para las Constelaciones Familiares dedicadas a casos de depresión.
¿Cuántas veces he tratado de alcanzar un sueño, lograr un objetivo o hacer algo, y no lo he conseguido? Es posible que con una cierta distancia temporal y emocional, descubra que muchos de mis “fracasos” se debieron a mi personal manera de actuar. Pero en aquellos precisos momentos, no me di cuenta de que me estaba auto saboteando. Pocas personas saben que lo padecen.
Duele el perder a un ser querido. El dolor generado por la pérdida toma una tonalidad distinta y evoluciona de forma diferente en el tiempo, según las circunstancias únicas de cada doliente. Todos vivenciamos varios procesos de duelo. Si éstos se complican o se paran, las Constelaciones Familiares pueden ayudar a desatascarlos, a completarlos y a abrirse a la esperanza y a la vida.
Nuestros seres queridos lo son porque mantenemos un apego, un vínculo y una relación emocional con ellos. Puede ser de amor, de seguridad, de anhelo, de rechazo y/o de odio. Su pérdida supone una ruptura, un vacío, un dolor.
Leer másNuestra familia es la primera y para muchos la mayor fuente de emociones en nosotros. Unas nos hacen sentir alegría y felicidad. Otras, tristeza, ira, odio, asco, miedo. Me centraré en estas últimas, en esas que suelen complicarnos la existencia, y que, precisamente por esta razón, son de las que más podemos aprender y experimentar una mayor satisfacción, si logramos abrirnos a ellas.
Cuando un hecho importante y doloroso nos sucede, si podemos procesarlo emocionalmente, nos queda su memoria, pero no su energía. Pero si la magnitud del hecho es muy superior a nuestra capacidad de procesamiento, y además nos sorprende, lo vivimos en soledad y no podemos expresarlo; entonces para sobrevivir en el momento que nos sucede, deslizamos sigilosa e inconscientemente su memoria y su energía asociada a ese recóndito refugio sagrado que es nuestro inconsciente.
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Cuando las relaciones entre padres e hijos entran en dificultades, suelen convertirse en obsesivas. Aunque estemos cocinando, trabajando, escuchando música o tomando un baño relajante en un SPA, consciente e inconscientemente nuestras energías y nuestra atención están atrapadas en el dolor por lo que nos ocurre y en su pesada carga emocional. Sufrimos, aunque no entendemos por qué. Es difícil comprender y ser objetivos si estamos presos en nuestra propia cárcel. Pero hoy podemos salir de ella y focalizarnos en la solución.
A medida que vivimos, experimentamos una serie de hechos que nos impactan emocionalmente en mayor o menor medida. Para sobrevivir al momento en que se producen los hechos dolorosos, rechazamos las emociones que nos producen, las reprimimos y las guardamos en nuestro inconsciente. Así, pues, a medida que vivimos, vamos llenando nuestro almacén inconsciente de memorias dolorosas que, por serlo, comportan una cierta energía singular que emite y capta ciertas ondas, que nos permite sintonizar con unas ondas electromagnéticas muy precisas de ciertas personas, y no con otras.