Los artículos:”Conocerme mejor (1) y (2)” permitieron comprender que la conexión entre lo tangible de nuestro cuerpo y lo intangible de nuestros pensamientos, creencias y emociones, se produce a través de la energía. Esta comprensión nos abre a otras maneras más positivas de ver la enfermedad, de sanarla, e incluso de prevenirla. ¿Cómo conseguirlo?
La enfermedad no es una maldición que inexorablemente hay que sufrirla, sino una llamada a resolver algo que aún está pendiente de reconciliación en nuestro sistema familiar desde una o varias generaciones. Sólo después de habernos negado varias veces a reconocer y trabajar ese algo, a pesar de los toques más o menos sutiles recibidos, nuestro inconsciente protesta y la enfermedad aparece. No hay curación física sin sanación espiritual.
Brigitte Champetier de Rives nos dice que el significado profundo de la enfermedad se encuentra en las dinámicas inconscientes de amor ciego que nos atan con nuestros antepasados excluidores y excluidos, cuyo desencadenante fueron los conflictos emocionales entre ellos. No habiendo podido sanarlos cuando ocurrieron, así como tampoco pudieron las generaciones que les siguieron, a alguno de los vivos de hoy le llega su bloqueo emocional como una parte de su herencia.
Cada conflicto genera un tipo de enfermedad o síntoma y afecta a un órgano determinado. No es aquí el lugar para explicar todo este amplio y profundo conocimiento que va descubriendo la Sistémica en su avance a pasos de gigante, ni como se aplica en la práctica. Pero sí es importante decir y dar a conocer que las constelaciones sistémicas focalizadas en las enfermedades ayudan a las personas que las padecen a descifrar su mensaje, ver con quiénes de su sistema familiar está relacionada, descubrir el conflicto original, tomar conciencia e iniciar el movimiento de reconciliación y sanación. Cuando eso sucede, la persona enferma suelta su pesada carga emocional, experimenta alivio y toma energía para la salud y la vida.
¿Necesitamos llegar a la enfermedad? No. Pero para evitarlo, hemos de empezar por elevar nuestro nivel de conciencia para captar los mensajes incipientes y crecientes que vamos recibiendo de nuestro cuerpo. Del blanco de la salud al negro de la enfermedad hay una amplia gama de grises, según la gravedad y la naturaleza de los conflictos en origen. Pero, en cualquier caso, hay una señal clave, inexorable y sencilla para saber si tenemos algo pendiente que resolver en nuestro sistema familiar. Y ésta es el amor, la ligereza y la fluidez de mis relaciones con mi padre y con mi madre. Si fluyen a la perfección, no hay conflicto pendiente de ser resuelto ni enfermedad a la vista por esta razón. En este caso, estoy en el paraíso. Y si no fluyen, en menor o mayor grado, las constelaciones sistémicas me ayudan a conseguirlo. Esta es su aportación preventiva.
Esta visión sistémica del ser humano a partir de la enfermedad, nos abre a nuevas comprensiones. Cada ser humano no sólo lleva cargas de conflictos no resueltos en su sistema familiar de origen, sino también las que vienen de las heridas emocionales de ascendientes que sufrieron por acontecimientos externos a su sistema familiar, como guerras, persecuciones, emigraciones, o terremotos, así como las procedentes de los traumas vivenciados durante su propia existencia, tales como maltrato y acoso por parte de terceros, despido, separación, accidentes, etc. Todo ese dolor, si no se ha podido soltar, permanece reprimido y escondido en el saco inmenso de nuestro inconsciente. Esa energía absorbida en el mantenimiento de las tensiones internas de sufrimiento, a veces se escapa en forma de impulsos. Llegados a este punto, podríamos afirmar que en todo ser humano hay impulsos que proceden de lo más profundo de su inconciente, incomprensible para sí mismo y para los demás.
Así, se nos hace ahora más fácil comprender porque individuos brillantes en su carrera profesional, arruinan su vida en un instante con pulsiones sexuales fuera de control, otros se convierten en autores de matanzas, atentados o actos de terrorismo, y otros se suicidan. Se ven impulsados a ello por una fuerza inexorable.
¿Significa lo anterior que nuestra vida está predeterminada? Sí, si no hacemos nada por elevar nuestro nivel de conciencia. No, si nos trabajamos todas estas ataduras, lealtades y bloqueos inconscientes que sabemos que existen en nosotros a través de diversos síntomas, como el fantasmeo de ciertas emociones y las enfermedades. Esos demonios tienen los días contados si decidimos hacer uso de nuestra libertad de elección, responsabilidad y empoderamiento para sanarnos mucho antes de vernos irremediablemente abocados a actos oscuros, al quirófano o al cementerio. De nosotros, de mí únicamente, depende la decisión de limpiarme y sanarme para prevenir, ser feliz y hacer felices a los demás.
Carlos Surroca utiliza y aplica la Sistémica para detectar, desbloquear atascos emocionales, vencer limitaciones, esclarecer motivaciones y clarificar los caminos a seguir en su trabajo de acompañamiento individual a personas, líderes, emprendedores, empresas, empresas familiares y organizaciones, o a través de los Talleres y Seminarios de su web.
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