Conocerme mejor (1)

Conocerme mejor (1)

El artículo: ”Yo, primero” trató la importancia de conocerse mejor como condición previa para poder conocer mejor a los demás, mejor relacionarse con ellos y poder liderar mejor. En éste, iniciamos el interesante viaje hacia este conocerse mejor, partiendo de un tema que preocupa a muchos: el estrés.

El estrés es un dolor, es un sufrimiento, es un mensajero que me dice que tengo que escuchar, aprender y cambiar algo en mí a nivel físico, mental o emocional.

¿Y si no lo escucho? El cuerpo me susurra al principio. Si no lo escucho, me habla. Si continúo no escuchándolo, me alza la voz,…, y si a pesar de ello, continúo sin escucharle, me grita bajo la forma de un infarto, un cáncer, una diabetes, o lo que sea.

Pero, si las consecuencias de no escuchar a ese mensajero que es el estrés, son tan graves, ¿Por qué no solemos escucharle? Porque nos movemos por la superficie, mientras que lo importante procede de nuestras profundidades. O dicho de otra manera, porque nuestro nivel de conciencia no alcanza a nuestro inconsciente, origen de muchos hechos incomprensibles que nos suceden. Y si no somos concientes de los peligros que nos acechan desde nuestras zonas oscuras, no podemos actuar como si lo fuéramos. Esta creencia incita a explorar este océano inmenso y misterioso que es el inconsciente.

Einstein, a través de su fórmula: E=mc2 nos dice, entre otras muchas cosas, que la materia es convertible en energía y que la energía es convertible en materia. En base a ello, un adoquín es energía condensada. Un coche también es energía condensada. Los tres estados del agua, vapor, líquido y sólido, corresponden a tres grados distintos de concentración de energía, pudiendo pasar de uno a otro disminuyendo o aumentando la cantidad de ella. Una gran parte de nuestro cuerpo es agua. Cada órgano la contiene en concentraciones diferentes. Todo cambio comporta transacciones de energías bajo diversas formas.

El desarrollo del cuerpo humano, desde la fecundación hasta la edad adulta, requiere una gran cantidad de energía, en parte condensada en nuestro cuerpo, y el resto consumida en nuestras operaciones diarias de comer, digerir, transpirar, respirar, latir, pensar, etc.  Más tarde, la materia de nuestro cuerpo vuelve a convertirse en energía hasta más allá de nuestra muerte física.

Nuestro cerebro y nuestro corazón son grandes consumidores de energía y grandes emisores de ella. Una parte de esta energía toma la forma de ondas electromagnéticas. Supongo que los demás órganos de nuestro cuerpo también son consumidores y emisores de energía en sus respectivos niveles. De la misma manera que los teléfonos móviles y los ordenadores, se ha descubierto que las aves migratorias, los estorninos en sus nubes que nunca chocan entre sí, los pingüinos, los peces, los primates, etc. están intercomunicados. Las personas también lo están. La Inteligencia Sistémica está constantemente mostrándolo. Los miembros pertenecientes a un mismo sistema humano están conectados a través de su propio campo morfogenético. No sabemos aún muy bien cómo se produce la interconexión entre las ondas emitidas por una persona con las de otra. Pero tenemos la certeza de su existencia al sentir una emoción, como la simpatía, la rabia o el miedo, al acercarnos a otra persona, o incluso después de un cierto tiempo de haber estado con ella.

Todo ello hace pensar que los pensamientos, los juicios, las creencias, las comparaciones, las emociones, los sentimientos, también son formas diversas de energia. Y que a pesar de no ser tangibles y visibles como lo físico de nuestro cuerpo, interactúan con él, pueden condensarse en sus diversas partes, y éstas pueden a su vez reconvertirse en diversos niveles de energía.

Por tanto, lo tangible (nuestro cuerpo) y lo intangible nuestro (pensamientos, juicios, creencias, emociones, etc.) están íntimamente ligados a través del denominador común de la energía, en forma de ondas electromagnéticas. Si estas son adecuadas, me encontraré bien a nivel físico, mental o emocional. Si no lo son, lo sabré por los síntomas (enfermedad, estrés, depresión, etc). En este caso, tengo fundamentalmente dos opciones: Seguir igual o tomar la responsabilidad de escuchar, aprender y cambiar para mejorar algo en mí. Hoy existen recursos adecuados para conseguirlo.

Carlos Surroca se dedica al desarrollo personal y profesional de las personas, a través de la potenciación y mejora de los sistemas humanos a los que pertenecen, cualquiera que sea su rol en la sociedad.

Cada uno de los Talleres y Seminarios de su web http://www.inteligenciasistemica.es se centra en satisfacer las necesidades concretas de sus participantes: desbloquear atascos emocionales, vencer limitaciones, esclarecer motivaciones, clarificar los caminos a seguir y disfrutar andándolos fluyendo en un entorno incierto, cambiante y complejo.

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